Adriano Leite Ribeiro fue uno de los atacantes más mortales en el Inter de Milán a comienzos de los años 2000, pero el fallecimiento de su padre llevó al deportista a asistir a fiestas cada fin de semana y a confrontar a otros atletas, lo que resultó en sanciones de Mundiales y un regreso anticipado a Brasil antes de cumplir los 33 años.
Originario de Río de Janeiro, Adriano se desarrolló en las favelas donde el fútbol solo se practicaba como entretenimiento. Se comentaba que poseía el instinto goleador de Ronaldo, la potencia de Zlatan y la técnica de Roberto Carlos. Emergiendo de las divisiones inferiores del Flamengo, rápidamente captó la atención del Inter de Milán.
Adriano participó en la Copa del Mundo de Alemania 2006, pero las celebraciones, junto a Ronaldinho, hicieron que el equipo nunca pudiera desplegar su mejor rendimiento y fueron eliminados por la Francia de Zinedine Zidane: “Sé lo que se siente ser una promesa, y también una promesa fallida. Soy el mayor derroche del fútbol. Me gusta esa palabra: ‘derroche’, porque estoy obsesionado con malgastar mi vida. Estoy bien así, en un derroche frenético, disfruto de esa etiqueta“, expresó en su carta más reciente.
Cuando sus progenitores fallecieron, la autoestima del jugador se hundió aún más y la adicción al alcohol se convirtió en su refugio
“La gente comentaba muchas tonterías porque todos estaban avergonzados. ‘Vaya, Adriano dejó de ganar siete millones de euros. ¿Renunció a todo por esta basura?’ Eso es lo que más escuché. Pero no saben por qué lo hice. Lo hice porque no me encontraba bien. Necesitaba mi espacio para hacer lo que realmente quería”.
¿En cuántos equipos jugó Adriano Leite Ribeiro?
A partir de ese momento, Adriano se transformó en un nómada: Fiorentina, Parma, Sao Paulo, Roma, Corinthians y Atlético Paranaense fueron sus escuadras. Las expectativas sobre Adriano eran que podría llegar a ser uno de los máximos goleadores de la historia, pero por problemas personales, optó por las fiestas.
“Lo único que busco en Vila Cruzeiro es tranquilidad. Aquí ando descalzo y sin camiseta, solo con pantalones cortos. Juego al dominó, me siento en la calle, rememoro mi infancia, escucho música, bailo con mis amigos y duermo en el suelo. Solo deseo estar en paz y recordar mi esencia. Aquí me respetan de verdad, veo a mi padre en cada uno de estos callejones. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo, es mi lugar”, concluyó en su carta.
